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martes, 5 de abril de 2011

Un lugar en el mundo de Mario.




Mario Levrero es un escritor uruguayo. Dice que ¿hay un lugar? ¿Será un lugar en el Mundo? Cuestión difícil, si la hay es la de obtener Un Lugar en el Mundo. Mas, los hay viviendo en la calle, por falta de comida y techo, los hay viviendo en el Tercer Mundo,vientres encintos de fetos dibujados con trazos de hambre, raquíticos con delineados huesos, ¿cuándo será que los Dueños del Mundo cedan Un Lugar? Dueños de lugares de todos colores, de miles de texturas, de paraísos vanos, de hoteles cinco estrellas, señores, ¿por que Ustedes no tiran al Africa una estrella? Quedan cuatro, ¿por qué no tiran otra para quienes duermen en estaciones de trenes, o en bancos de plaza? Inútil es dialogar con ustedes, están empalagados de codicia.
Anna Donner Rybak

"Tuve un sueño largo y complejo; desperté cansado y sin poder recordar ninguna imagen: apenas una idea de su estructura, un diálogo o discusión a tres o cuatro voces,en la que se avanzaba penosamente, con repeticiones que de continuo alguien seempeñaba en introducir; recordé también la sensación de que me iluminaban la cara con una linterna, pero no pude saber si era parte del sueño, o si había sucedido en los hechos; tal vez, a causa de mi preocupación por la persona que traía la comida, lo había inventado al tratar de revivir el sueño en el momento de despertar.También me sentía malhumorado. Y no podía despejarme por completo. Quedé largo rato en la cama, hasta que la cama también me resultó incómoda. Me levanté y me vestí,para tenderme de nuevo y cerrar los ojos. No me volví a dormir, pero traté de que mi mente descansara un poco, rememorando escenas de mi vida cotidiana. Ana volvió ahacerse presente, pero tal vez de manera un poco forzada, como si yo me obligara a desplazar otras imágenes. La verdad es que mi preocupación por lo que me estaba sucediendo era tan grande que no podía evitar mortificarme constantemente con esas preguntas que no podía responder. Al mismo tiempo sentía necesidad de hacer algo concreto, sin poder definirlo; presentía que había allí más cosas para ver que las que yo veía, y más cosas para hacer de las que me parecían posibles. Había ocupado las dos jornadas precedentes en moverme a impulsos emocionales; pensé que había llegado el momento de proceder racionalmente.Pero mi cerebro estaba dominado por la pereza, y se movía con lentitud. Además me faltaban puntos de referencia. Lo único que se me ocurría era la misma opción entre dos líneas a seguir: o bien la inspección metódica, o bien el avance veloz y ciego en la única dirección posible Me costó cierto esfuerzo imaginar una tercera línea: combinar las dos posibilidades, en un avance que incluyera una inspección rápida.Luego pensé que debía trazar un plan y cumplirlo; hacer una lista de los elementos conque contaba, y apuntar hacia aquellos detalles que más evidentemente debía tener en cuenta; pero todo eso se me antojó de pronto demasiado trabajoso, y descubrí que en realidad no tenía ganas de actuar de forma racional. De inmediato me dije que nunca en mi vida lo había hecho; que siempre me había guiado más por las emociones que por la razón, y no veía ahora la forma de cambiar, ni sentía tampoco, en lo profundo, que ello me fuera imprescindible.El resultado fue un malhumor creciente que pronto se transformó en depresión; me puse a examinar con severidad inusitada las aristas negativas que siempre había sospechado en mí, pero que nunca había llegado a ver de forma tan cruel; me di cuenta de que la impotencia ante esta situación tan extraordinaria no era muy distinta de la impotencia habitual ante los hechos cotidianos; en este último caso se disimulaba mejor,simplemente, por la complejidad de las situaciones que el mundo nos presenta a diario.Aquí, todo era mucho más claro, no había para elegir entre demasiadas cosas, y me veía a mí mismo con una desconsoladora carencia de recursos. Imaginaba a cualquier otra persona en mi situación, a cualquiera de mis amigos, y me los representaba actuando con eficacia y rapidez. Me di vuelta contra la pared y me tapé la cabeza con la almohada,pero no logré dormir ni acallar los pensamientos. Por fin me levanté, comí pan con que soy tomé del café de la cacerolita. Mientras encendía el último cigarrillo del paquete mi vista cayó sobre unos libros que había, junto a otros objetos, sobre una repisa, por encima de la cama. Los otros objetos eran cacharros de adorno, ordinarios. Tomé los libros y me senté en la mecedora a examinarlos. Las tapas eran grises y llevaban solamente el título, sin ninguna ilustración. El interior presentaba una masa compacta de letras con escasos espacios en blanco, y ninguna hoja en blanco al principio ni al final. Las letras eran en su mayoría iguales a las de nuestro alfabeto, pero había muchas, también, que jamás había visto. A menudo aparecía en una idea del tema que trataba el libro, ni reconocer una sola palabra. En este sentido, los cuatro libros del estante me resultaron idénticos...

Ocupaba el tiempo en transitar lentamente mi camino en su único sentido, y al advertirlas variantes del escenario –el empobrecimiento, el número de habitantes- pensé que habría, en algún momento, alguna variante exterior que, presionando sobre mí, me obligara a actuar de otra manera.No tardaron en suceder cosas distintas."

Mario Levrero, fragmento del libro EL LUGAR

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